
Por Redacción Ouller
El sistema tributario brasileño sigue siendo uno de los más complejos y regresivos del mundo. En 2025, el país se mantiene en los primeros puestos del ranking global de carga tributaria indirecta, con una fuerte incidencia de impuestos ocultos sobre bienes y servicios esenciales. Esta característica estructural impacta directamente el poder adquisitivo de la población y contribuye a distorsionar el comportamiento de consumo.
A diferencia de los países desarrollados, donde la tributación se enfoca principalmente en la renta y el patrimonio, el modelo brasileño concentra la recaudación en impuestos sobre el consumo, como el ICMS, IPI, PIS y Cofins. Estos cargos se aplican de forma acumulativa, con reglas distintas entre estados, categorías y tipos de productos. El consumidor final asume la mayor parte de la carga, muchas veces sin saber cuánto paga realmente en cada compra.
Esta incidencia indirecta afecta de manera desproporcionada a las clases de menor ingreso, que destinan una parte significativa de su presupuesto a productos básicos y servicios esenciales. La falta de transparencia en la formación de precios, sumada a la complejidad del sistema, hace imposible para el ciudadano común calcular su verdadera carga tributaria mensual. Esto contribuye a una sensación generalizada de que todo cuesta más de lo que debería.
El impacto en el consumo es directo. Los productos con mayor carga indirecta enfrentan resistencia de compra, incluso siendo esenciales. El sistema también incentiva la informalidad, ya que muchos consumidores y pequeños comerciantes optan por operar fuera del régimen fiscal regular para evitar la alta carga tributaria. Esta práctica, a su vez, debilita la recaudación y amplía la brecha entre contribuyentes formales e informales.
La tributación indirecta también perjudica la competitividad de los productos nacionales frente a los importados con estructuras fiscales más claras. En muchos sectores, las empresas deben incluir en el precio final impuestos que no agregan valor, reduciendo sus márgenes y dificultando la expansión.
A pesar de décadas de debate sobre una reforma tributaria, el modelo actual sigue basado en una complejidad operativa y una fuerte dependencia del consumo como base de recaudación. La superposición de tributos, la guerra fiscal entre estados y la inseguridad jurídica se mantienen por intereses diversos y por la dificultad de alcanzar un consenso político.
En 2025, el efecto práctico de esta estructura es un consumidor más cauteloso, un mercado interno con bajo crecimiento real y un entorno en el que se penaliza la formalización del consumo. La tributación en Brasil sigue oculta en la factura, pero pesa de forma visible en la vida cotidiana.