
El comercio físico atraviesa, en 2025, una de sus etapas más difíciles desde el inicio de la recuperación pospandemia. La caída en el flujo de consumidores en tiendas a pie de calle, centros comerciales abiertos y pequeños negocios de barrio ha sido constante. Al mismo tiempo, el comercio electrónico continúa expandiéndose, aunque a un ritmo más moderado, consolidándose como el canal dominante en diversos sectores.
En las principales ciudades del país, calles que antes albergaban un intenso movimiento comercial muestran signos de vaciamiento. Puntos de venta tradicionalmente valorados presentan ahora mayor vacancia, alta rotación de comerciantes y reducción en los márgenes operativos. El mantenimiento de inventario local, los costos de alquiler, nómina y seguridad, sumados a la imprevisibilidad del flujo de clientes, han dificultado la supervivencia de negocios con baja escala.
Este cambio es resultado de transformaciones en el comportamiento del consumidor. La digitalización definitiva de los medios de pago, la popularización de las billeteras virtuales, la mejora en la logística y el crecimiento de las aplicaciones con entrega el mismo día han hecho que el comercio en línea sea más conveniente tanto para compras cotidianas como para productos de mayor valor agregado.
Las plataformas de e-commerce han invertido en algoritmos de personalización, plazos de entrega reducidos y sistemas de devolución más eficientes. La confianza, que antes era un obstáculo, fue sustituida por la familiaridad. En segmentos como moda, electrónica, libros, cosméticos y comida preparada, el canal online ya representa la mayoría de las transacciones en zonas urbanas de clase media.
La caída del comercio físico también está influenciada por el nuevo modelo de vida urbana. El trabajo remoto parcial redujo la circulación en zonas comerciales centrales y disminuyó el consumo por impulso. La mayoría de las decisiones de compra se toman ahora en entornos digitales, durante descansos o entre tareas, sin necesidad de desplazamiento.
Pequeños comercios y tiendas independientes intentaron adaptarse creando vitrinas virtuales, canales directos por redes sociales e integración con marketplaces. Aunque algunos lograron mantenerse mediante modelos híbridos, la competencia con grandes plataformas logísticas y redes con atención digital continua ha hecho que la operación física sea cada vez menos competitiva en precio y alcance.
El escenario no representa la desaparición del comercio físico, sino una redefinición de su papel. Tiendas con función de experiencia, prueba de productos y atención especializada tienden a permanecer en ciertos segmentos. Sin embargo, como canal principal de ventas, el punto físico tradicional pierde relevancia frente a la conveniencia, escala y personalización del e-commerce.
En 2025, la tendencia es clara: el consumidor es más digital, más racional y más selectivo. El comercio físico, por su parte, enfrenta la necesidad de una reinvención estructural. Mantener las puertas abiertas exige más que presencia. Exige una propuesta clara de valor, integración tecnológica y una respuesta precisa a un público que ya no ve sentido en salir de casa solo para comprar lo que puede recibir el mismo día con un clic.